domingo, 3 de octubre de 2010

Escribir una carta


Hace mucho que no escribo, ya no me acuerdo cómo era. Entre las prisas, los e-mails, los telegramas, faxes, tweets, sms, no tengo tiempo de sentarme a pensar en las palabras que quiero dejar en el papel.
El papel, antiguo soporte mucho más confiable que la red. Hojas rayadas, lisas, cuadriculadas, con márgenes, sin márgenes; y sobres, de todas las formas, colores y tamaños.
Ya hace mucho tiempo que no me detengo frente a un buzón o que no entro a la oficina de correos. Ahora parece que no hay tiempo para escribir, corregir, reescribir, pensar las palabras, parece que lo más importante es enviar un mensaje instantáneo para que la otra persona lo reciba como sea. Como sea quiere decir, con pocas palabras, mala gramática, errores de ortografía, pero nada de eso cuenta si la otra persona lo recibe.
Ya no importa el sentimiento que alguien pone en una carta, se termina una relación con un simple mensaje de texto o borrando a la otra persona de la red social; No importa cuántos amigos de verdad tengas sino cuantos sumes en facebook. Es más barato y más rápido enviar una cadena de mensajes por mail en el día del amigo que escribir diez cartas físicas, tangibles y personales.
Quien haya escrito alguna vez una carta, un diario, un cuento, un poema; a quien se haya sentado alguna vez frente a una mesa en un bar, en la mesa de la cocina, con un cuaderno y una birome, quizás esto le resulte familiar.
Invitamos a todos aquellos que sientan la nostalgia por el género epistolar a contarnos sus experiencias personales. Cuando escribieron cartas, a quién escribieron, cuando las cartas no llegaron; cuando llegaron, las amistades que nacieron por carta y que perduran a través del tiempo, los amores que surgieron de una carta, el mensajito en el recreo al compañerito del otro salón.
En fin, hay mil y una historias de este tipo circulando por ahí, y abrimos este espacio para recibirlas, escucharlas, publicarlas y compartirlas. 

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